viernes, 5 de febrero de 2010

De partos, bibliotecas, templos y otros momentos sacros

JESUSA RICOY: soy el eslabón perdido entre las mujeres y sueño con que un día esa pérdida sea reunión...

Sabemos, tal y como defiende Michel Odent que el neocórtex (la parte más moderna de nuestro cerebro, evolutivamente hablando) no hace más que interferir en el proceso instintivo del parto. Las formas más comunes de estimular el neocórtex y por tanto interferir en este proceso son todas aquellas que requieran nuestra atención intelectual, sobre todo el que se le hablé a la mujer que está contrayendo o pariendo. Esto sería para mi la parte práctica de porque no hay que hablar a la mujer durante el parto, porque preguntarle a una mujer donde le duele, o cuando fue la ultima vez que fue al baño la distrae y desconecta de su instinto y de su muda conversación consigo misma, con su cuerpo y su bebé.

Pero además de lo que ya dice Odent, yo añadiría desde mi experiencia como doula que hay otro factor, el de lo sagrado del parto, es decir el acto de transcendencia espiritual que puede acontecer en una mundana habitación de hospital. El momento de la muerte así como el de inicio de la vida debería ser reverenciado, creo que en nuestra reverencia se admitiría que no sabemos, que no tenemos todas las respuestas y quizá esto nos diera una muy importante: no siempre es necesario saberlo todo.

Ayer estuve acompañando a unos padres durante un parto y en medio de esos momentos de esfuerzo, de esperanzas, de un padre debatiéndose entre la admiración y el miedo, sobran los portazos, sobran los gritos de "pásame la máquina de la presión arterial", sobra el que se le pregunte a la madre si ya tiene un nombre para su bebé, ¿se pregunta en un entierro de que color lleva los zapatos el muerto?
Sobra el preguntar si le duele o ¡mofarse de su dolor! Ayer tuve momentos en los que pensaba y deseaba que el parto fuese en una biblioteca o en un templo.

No entiendo ni cómo ni cuando las comadronas de hospital se perdieron por los vericuetos de la burocracia, las veo escribiendo notas interminables producto de los miedos de otros, que parecen decir recojamos la información que nos defienda, creemos en el problema, el riesgo y por tanto la intervención. Veo a la madre que no se tiene casi en pie por las contracciones la sujeto como puedo, la mimo, le aparto el pelo de la cara, le susurro que ya llega su bebé veo a la comadrona sentada con el bolígrafo en la mano esperando a la siguiente nota, la siguiente intervención, la presión arterial, el antibiótico, el examen vaginal, tic-tac continua el gran reloj de la fábrica de nacimientos y de pronto siento que soy el trocito de comadrona que se perdió en el hospital, y quizás como doula soy eso...soy el eslabón perdido entre las mujeres y sueño con que un día esa pérdida sea reunión y las doulas sean todas las madres y las comadronas sean todas las doulas.

Jesusa Ricoy-Olariaga, desde Londres
Educadora de preparación al parto y doula además de madre
http://www.rompiendoaguas2.blogspot.com/

Nota extraída de aquí.

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